En mis años como corredor, siempre he apreciado al que comparte mi gesto de darles fuerte a las zapatillas. Por ello, siempre me gusta saludar, ya sea con un hola o buenos días, ya sea con un gesto con la cabeza o ya sea con levantar mi mano. Pero no por el hecho de ser un corredor, ya se es un santo o buena persona, en este gremio lo hay de todo, como en la viña del señor. Cada vez son más, los que evitan hacer este gesto tan placentero, el saludar. Puedo contar con los dedos de una mano, los corredores que gesticulan el saludo, excepto todos mis amigos corredores. Se ha convertido esto en un mal hábito y lo detesto con toda mis fuerza. Me quedo siempre mirando su cara, para ver si gesticula algo, al siguiente día hago lo mismo, y al tercero no le hago ni puñetero caso, paso olímpicamente de él.
He de decir, que gracias a este saludo, he ganado muy buenos amigos. Pondría el caso de mi buen amigo Sebastián, que empezamos por eso y luego compartimos kms y competiciones, y con ello contarnos nuestras cosas como verdaderos amigos. Pepe Lobo, mi primer y único entrenador, que gracias a él conseguí mis buenas marcas en media y maratones, además de una amistad que todavía perdura. También están los corredores que del gesto de saludar, de ahí no hemos pasado, pero seguimos con nuestro levantamiento de mano.
Con uno de estos, coincidimos a la vuelta de nuestra ruta, y después de llevar años saludándonos, en cuestión de 3 kms, me contó a que se dedicaba, de que pueblo era, vamos, como si nos conociéramos de toda la vida. Por ello soy un gran defensor del saludo (tanto en carrera como de paseo, en mi rutinario ir y venir de donde sea), detestando a cualquier corredor antipático, que con orgullo ni siquiera es capaz de mirarte a la cara. Saludar o sonreír no cuesta tanto, por ello no vamos a consumir más oxígeno y además es gratis.
Salud, kms y un gramo de locura.